La hora del cuento: un tesoro guardado en el corazón

La hora del cuento: un tesoro guardado en el corazón

Somos padres de Amalia de 10, Augusto de 8 y Ramón de 5 años; y nuestra experiencia con cada uno de nuestros hijos ha sido diferente, sin embargo, el punto de convergencia y que hasta el día de hoy es un hecho, es la lectura.
Comenzamos leyendo con Amalia desde recién nacida e incluso desde que estaba en mi guatita. Sentíamos que la calmaba, que nos escuchaba, que se conectaba con nuestra voz. Augusto por su parte llegó a unirse a la rutina de los cuentos y antes de dormir y tomando papa escuchaba las historias que les leíamos. Finalmente, con Ramón no fue diferente.
Comenzamos con historias cortas, las típicas: La Cenicienta, Caperucita Roja y Rapunzel; Amalia las repetía de memoria y me reclamaba cuando me equivocaba o cuando simplemente mis palabras eran incoherentes producto del sueño y el cansancio. Ya que eso sí y es importante de destacar, nunca lograron quedarse dormidos antes que nosotros con el cuento.
Luego continuamos con los Hermanos Grimm, historias más largas y emocionantes, seguimos con Gerónimo Stilton y actualmente con Oliver Jeffers que ha sido todo un éxito dentro del repertorio.
Pero debo decir que entre todas las historias y los cuentos que han escuchado, los relatos de su papá son los más añorados por ellos: El príncipe Ramón, Augusto y sus aventuras y Amalia y el secreto de la isla. Historias que podemos olvidar al día siguiente pero que para nuestros hijos son tesoros guardados en el corazón, así como lo son esos minutos que pasamos cada noche, sentados en su cama, esperando que se duerman con el recuerdo del último párrafo escuchado.